domingo, 19 de marzo de 2017

LA JUSTICIA SIN JUSTICIA

El afán de JUSTICIA con mayúsculas se aprecia cada vez de manera más intensa al hilo de los escándalos que sacuden al ciudadano día tras día.

De pronto la gente ha llegado a darse cuenta de que la justicia no es igual para todos. Nunca lo fue pero ahora el personal empieza a caerse del burro.

Nuestra Constitución se asienta en uno de los pilares más endebles que imaginar podemos: la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Es ésta una de esas verdades conocidas por todos pero a la que nadie ha querido aludir, temerosos todos de esa Justicia como si todavía la antigua Inquisición nos persiguiera. Miedo -y no respeto- es lo que suscita.

Todos la han temido, especialmente nuestros políticos, los de siempre y los de ahora, que nunca han osado hacer la menor crítica sobre esa piel que cubre las vergüenzas de un sistema legal hecho para pobres y menesterosos. Los ricos y los poderosos son otra cosa.

Pero no es solo la verdadera desigualdad del trato que la Justicia hace de unos y otros, con unas leyes solo posibles de entender y de sortear por parte de quienes tienen medios económicos, pues solo ellos poseen medios para pagar asesoramientos y defensas. Las leyes penales, los delitos y las penas, son inexplicablemente benignas para quienes roban a mansalva desde el poder, sea el poder que sea. Le han llamado “corrupción” pero podrían haberle llamado “conclusión”, porque ésta no es otra que de los chorizos de altura solo escasos representantes pasan por la prisión. Eso sí, se quedan lo que robaron. La impunidad más absoluta hiere las retinas de los ciudadanos cuyo bolsillos son esquilmados por la Hacienda Pública, y que son mirados más como supuestos delincuentes que como sufridos paganos a diestro y siniestro.

La gente no entiende este tipo de Justicia. Yo diría que nunca la entendió, pero siempre tuvo ese respeto temeroso que justificaba aquella “maldición del gitano”: pleitos tengas aunque los ganes..
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Esta es una justicia que no es justicia. Es una justicia que, tras haber pasado por ella, queda toda la sensación de que nada ha cambiado desde la época de Cervantes.

Procesos largos e interminables, legajos y tomos que van acumulándose grapados sin que el lenguaje en que están escritos los entienda nadie, leyes modificadas de otras modificadas de otras que se modificaron y así sucesivamente desde 1887, retrasos tales que cuando llegan las sentencias ya no sirven para nada, errores múltiples de los que nadie se hace responsable...

Y estamos en el 2017... Nada ha cambiado, especialmente la mentalidad, desde que el pobre Larra describiera una Administración triste y sombría. Es casi que lo mismo, solo que con ordenadores... una Administración ajena a la gente a la que sirve.

Y es que la Administración de Justicia en España no es diferente a las otras.... salvo que se llama Cenicienta. Plantillas esquilmadas por las sucesivas jubilaciones o bajas de otro tipo y suplidas con personal interino que cuando está formado se va a la calle, Jueces y Secretarios que no dan a basto a un trabajo inmenso que les cae día tras día sin que se les pueda exigir calidad en su trabajo, porque es materialmente imposible, carencia de medios y un sinnúmero de grietas por donde esta llamada Justicia hace agua...

El ciudadano medio carece de la información necesaria para ejercer una debida crítica, aquella que remediara los enormes problemas que los ciudadanos sufren a causa de ella. Pero urge que se conciencie de que sin una Justicia justa, equilibrada, proporcional y neutra el Estado de Derecho no existe. Y sin Estado de Derecho la llamada Democracia es una verdadera broma. De mal gusto.

Es imprescindible que el ciudadano de base presione a los Partidos Políticos para llevar a cabo una transformación estructural de la Justicia. Esa modificación de su estructura, tanto en las leyes materiales como en las de procedimiento, es una verdadera necesidad.

Mientras no se lleve a cabo, todo seguirá igual. Y no tendréis razón de quejaros.

A partir de hoy iremos dando claves para el cambio.


Paco Albert

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